Un sonido agudo, punzante, hasta podría decirse que desagradable resonaba desde hacía unos tres minutos repetidas veces –Donde está el jodio celular este….”mai ga”!- a pesar de que era la rutina de seis días a la semana de Mercedes siempre pasaba lo mismo, incluso ponía la alarma del teléfono móvil con quince minutos extras pues se conocía, pulsaba el botón de “snooze” hasta cuatro veces antes de por fin pararse de la cama.
Eran las cuatro y cuarenta de la madrugada, tenía los cabellos hechos un desastre, se dio cuenta mientras cepillaba sus dientes frente al espejo del baño, con el reloj atacándole secretamente por la esquina del ojo derecho. Cuando por fin se ducho, cepillo y ato su cabello en una cola para verse “decente”, camino a zancadas a la puerta al final del pasillo que conectaba casi todas las habitaciones de la casa, un apartamento antiguo en la gran manzana del cual rentaba una habitación hacia ano y medio.
Se comió un pan con café, jugo de limón hecho a mano por que esas vainas de cartones no le gustaron nunca, y salió por la puerta frontal sin que se le olvidara cerrar las cuatro cerraduras en la misma.
El tren estaba algo desierto, y era mejor así, escuchaba algo de bachata en el ipod e iba sentada cómodamente en uno de los asientos frente al cristal de una ventana, esos le gustaban por que podía mirarse a sí misma hasta que se llenase y le tocara verle la cara de aburrimiento a algún tipo malhumorado –“This is 181 street, next stop is 168 street”- la voz de un conductor anónimo se escucho en todo el compartimiento metálico, y una muchacha de aparente adolescencia y rasgos sudamericanos le miro e inquirió –Que fue lo que dijo?- Mercedes le respondió quitándose uno de los audífonos de un tirón –la próxima es la 168. . .- y la jovencita le dio las gracias también en español y volvió a mirar a la nada.
No tenia que preguntarse el por qué la jovencita de la cual probablemente nunca sabría el nombre, dedujo que ella también hablaba su idioma, y aunque Mercedes no tenía aspecto alguno de sudaca, el pelo rizado y la piel bronceada la delataban. Venia de un lugar en el Caribe llamado republica dominicana, Su madre se lo había jugado todo en un bote a puerto rico y luego de lio en lio llego a nueva york, pero de eso hacían ya diez largo anos, al principio tenía todas sus esperanzas en irse de donde había crecido, de usar zapatos nuevos y no los que dejaban sus hermanas o primas, jugar con muñecas de las de los comerciales, comer “mac donals” todos los días. Pero los días pasaron, sin noticia alguna o esperanza, e incluso pensó su mama la había olvidado en San Cristóbal, pero no era así, cuando cumplió sus veintitrés tuvo la noticia de que su madre por fin era ciudadana americana y que ella pronto correría el mismo destino.
Lamentablemente las cosas no salieron como ella esperaba, el nuevo marido de su mama era un alcohólico insoportable quien creía que por darle un estatus legal en los estados unidos a su madre ella le debía la vida, le golpeaba y quitaba todo el dinero que ganaba, Mercedes solo soporto el escenario unos meses, la última vez que él había tocado a su mama, Mercedes intento llamar a la policía, pero su propia madre la detuvo así que ella comprendió estaba en el lugar equivocado, no se puede ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.
-“This is 145 street, next stop...” Salió antes de que se cerraran las puertas, y camino con un ritmo acelerado hacia las escaleras fue entonces cuando una melodía familiar salió de su bolso de mano, era un mensaje de texto, que se dispuso a leer cuando llego al final de las escaleras:
“ Loca, tu mama esta en el hospital de la 168, toy con ella, jala pa ca cuando puedas ”
Christina.
Continuara. . .
Saturday, December 26, 2009
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